Máximo Cozzetti
Revista EL REVERSO -Otra cara de la numismática-
Año 4, Diciembre 2012, Página 4
EDICIÓN TERCER ANIVERSARIO
Boletín Electrónico del Centro Filatélico y Numismático San Francisco
Portada de la revista El Reverso #19 |
La historia de la literatura nos muestra que la especial fascinación que ejercen las monedas no es privilegio exclusivo de los numismáticos. No pocos autores han sucumbido a la tentación y el encanto de los discos de metal acuñado para incluirlos en sus obras y dotarlos inclusive de un protagonismo propio.
Ello sucede en Moby Dick (1851), de Herman Melville. Allí, el Capitán Ahab clava una onza española de oro (o doblón de a ocho) al palo mayor de su barco, el Pequod, con la promesa de entregarla al primero de sus marineros que descubra a la ballena blanca.
Tan importante es la moneda para la trama, que el autor le dedica por entero el capítulo 99, titulado “El doblón”. En ese capítulo, Ismael, protagonista y narrador de la historia, nos describe la pieza:
«Ahora, este doblón era del más puro oro virgen, arrancado en algún sitio del corazón de montes ubérrimos, de los que, a este y oeste, fluyen las fuentes de más de un Pactolo. Y aunque clavado ahora entre todas las herrumbres de los pernos de hierro y el verde gris de las chavetas de cobre, sin embargo, intocable e inmaculado para cualquier impureza, aún conservaba su fulgor de Quito. [...] Ahora, esas nobles monedas de oro de Sudamérica son como medallas del sol y muestras del trópico. En ellas se acuñan, en lujuriante profusión, palmeras, alpacas, volcanes, discos del sol, estrellas, eclípticas, cuernos de la abundancia y ricas banderas ondeantes; de modo que el precioso oro parece casi obtener más valor y realzar gloria al pasar por esas fantasiosas Casas de Moneda tan hispánicamente poéticas. Ocurrió por cierto, que el doblón del Pequod era un ejemplo riquísimo de esas cosas. En su canto redondo llevaba las letras: REPÚBLICA DEL ECUADOR: QUITO. De modo que esa brillante moneda procedía de un país situado en el centro del mundo, bajo el gran ecuador, y con su nombre; y se había acuñado a media altura de los Andes, en el inalterado clima que no conoce otoño. Rodeada por esas letras, se veía la imagen de tres cimas andinas; de una salía una llama; una torre, de otra; de la tercera un gallo cantando; mientras que, en arco sobre ellas, había un segmento del zodíaco en compartimientos con todos los signos marcados con su cabalística habitual, y el sol, como clave del arco, entrando en el punto equinoccial en Libra.»
En el resto del capítulo, Melville pone en boca de los tripulantes del Pequod, las sensaciones que transmite la moneda a cada uno de ellos. Desfilan así frente a la moneda el propio Ahab, el primer oficial Starbuck, el segundo oficial Stubb, el tercer oficial Flask, el arponero Queequeg, el pequeño Pip, entre otros marineros, cada cual maravillado a su modo con la moneda.
Pero, ¿cuál es esta moneda tan particular que fascina a los marineros del Pequod? Ahab nos dice que es una onza española de oro, y que su valor es de dieciséis dólares. Ismael nos cuenta su procedencia: Quito, Ecuador, y describe, como es lógico al tratarse de una moneda clavada al palo mayor de la embarcación, solo una de sus caras, que tiene tres montañas, con una llama, una torre y un gallo sobre cada una de ellas, un segmento del zodiaco y un sol.
El interrogante que, como es habitual, surge en este momento es:
¿existe una moneda ecuatoriana
que reuna tales características?
Efectivamente, existe. Se trata de los 8 escudos (onza) de oro acuñados entre 1838 y 1841 (y con una variante, hasta 1843) en la ceca de Quito.
Ecuador, 8 escudos de 1841 «Moby Dick» |
La cara que describe Ismael y que fascina a los tripulantes del Pequod es el anverso, y en ella apreciamos el por entonces escudo del Ecuador. Su acuñación se dispuso por decreto de 14 de junio de 1836 y dice así:
Artículo 1°: "Desde la fecha de este decreto, se sellarán en la casa de moneda de esta capital doblones de a ocho o medias onzas de oro, con el tipo siguiente: en el anverso tendrá en todo el plano de enfrente, y a una elevación correspondiente el sol sobre el zodiaco o eclíptica, perpendicular á la línea equinoccial, indicando el Ecuador sobre el sol, y á una distancia proporcionada, se manifestarán siete estrellas, que indican las siete provincias que forman la República. A la derecha estarán los dos cerros principales que hacen el nudo de la cordillera de Pichincha: en el primer punto el guagua Pichincha sobre el cual reposará un Cóndor, i en el segundo el ruco Pichincha volcán. A la izquierda del escudo se gravará un risco, sobre él una torre, i sobre esta se colocará otro Cóndor que haga frente al que está sobre el cerro de la derecha. La inscripción será República del Ecuador – Quito colocado perpendicularmente bajo el sol; i á la derecha de Quito las letras iniciales del ensayador. En el reverso: el busto de la libertad, que llene el plano, cuya cabeza estará ceñida de una cinta con la inscripción Libertad. En la circunferencia llevará esta otra: El poder en la Constitución. Debajo del busto se fijará el año de la emisión con el número de quilates á su izquierda, en esta forma 21 Qs i á la derecha del milésimo el valor de la media onza, indicando con el número i letra siguientes 4 E. que son cuatro escudos…”.
Ecuador, 8 escudos 1842, reverso. «Moby Dick» |
Más confusión se agrega cuando se lee el decreto del 12 de enero de 1833, antecedente del decreto de 1836, y del mismo escudo nacional de Ecuador, y por el que se mandaba: “sellar escudos de oro, pesetas i medio reales de plata; fijando el tipo que debe caracterizar estas monedas".
En el artículo 2º de la parte resolutiva dice: “En el anverso de ellas se grabarán las armas del Estado, compuestas de dos cerritos que se reunen por sus faldas, sobre cada uno de ellos aparecerá posada un águila; i el sol llenará el fondo del plano…” (...). Se ignora el motivo de la inclusión de las águilas –que tampoco parecen tales en las monedas–, así como el de su reemplazo por el cóndor, aunque es indudable que este último tiene mayor identificación con la geografía ecuatoriana.
Finalmente, la tercera consideración que podemos hacer, como ya ha sido señalada por otros autores, es que el decreto no menciona cuáles son los signos del zodiaco que debían acuñarse. Ismael, por su parte, solo menciona a Libra. ¿Cuáles son, entonces, estos signos, que tanto llaman la atención al verlos en una moneda y que intrigaron a los marineros del Pequod? Perfectamente identificables por sus símbolos tradicionales, de izquierda a derecha (del observador), los signos que se aprecian son Leo, Virgo, Libra y Escorpio.
El significado de los signos es más difícil de desentrañar, incluso para los investigadores de la historia del escudo del Ecuador. Afirma al respecto Eduardo Estrada Guzmán: “fue un desafío determinar el simbolismo de los signos del zodiaco que fueron colocados en el escudo. Quien lo diseñó nunca se molestó en decir lo que significaban. Había que ubicar un evento cívico que encajara entre los meses que representan esos signos: Leo, de julio-agosto a Escorpión, de octubre-noviembre. […] Se pensó en la Revolución de Octubre de 1820, pero según muchos de nuestros historiadores esa había sido prácticamente una revolución relámpago, pues nos relatan que comenzó el 1° de octubre y concluyó el 9.
Casi estaba descartada cuando [se] pudo demostrar satisfactoriamente que no había sido tan relámpago como la habían pintado. La primera evidencia fue la fecha de llegada de los tres oficiales del Batallón Numancia: Miguel Letamendi, León Febres Cordero y Luis Urdaneta, que equivocadamente se la ha dado por parte de muchos historiadores como a fines de septiembre. Ellos llegaron en realidad a fines de julio y bien claro dijeron que a su llegada ya habían encontrado actividad revolucionaria. Entonces tenemos que los signos de Leo, Virgo, Libra y Escorpión encajan perfectamente con la Revolución de Octubre, desde las conspiraciones iniciales por parte de los patriotas guayaquileños, su reforzamiento por parte de los oficiales del Numancia, su consumación el día 9 y el establecimiento de la Junta de Gobierno. Así, el escudo de armas cubría los prodigios geográficos de la sierra y el evento más glorioso de la costa, el 9 de octubre de 1820, que fue el inicio de la liberación efectiva del futuro Ecuador” 2 .
Pero el autor no solo acierta en la descripción de la moneda, sino también en su denominación y valor. Llamamos a la pieza indistintamente “doblón” y “onza”. El “doblón” designa a las monedas de oro que circularon en España y América entre los siglos XVI a XIX, y cuyo valor fue variable según su clase y época.
Tiene su origen en la moneda de dos castellanos o doblas mandada acuñar por los Reyes Católicos en 1497, pasando en 1566 a denominar a la moneda de dos escudos 3 . Sin embargo, los doblones más famosos son los denominados doblones de a ocho, acuñados a partir del reinado de Felipe III en España, y de Carlos II en América, y llamados así por su valor de ocho escudos; fue, durante dos siglos, una de las monedas de mayor aceptación y valor en el mundo.
La “onza” es el otro nombre con el que se conocía al doblón de a ocho, y aunque también designaba a una unidad del sistema ponderal español, su peso no era el mismo. Apunta Burzio que su empleo era más frecuente en América que en Europa, donde su nombre corriente era el de “doblón de España”4 .
Lo mismo es aplicable a los Estados Unidos, y se aprecia en el propio lenguaje de la obra, dado que Melville utiliza casi invariablemente la expresión “doblón” para referirse a la moneda, con la única excepción en el capítulo XXXVI, en el que, al momento de clavarla en el palo mayor, Ahab la llama “onza” en dos oportunidades. En cuanto a su valor, que Ahab y los marineros comentan es de dieciséis dólares, se explica en virtud de lo dispuesto por la Coinage Act, de 1792, la primera ley monetaria de los Estados Unidos, y que explícitamente fijó la equivalencia entre el dólar y el peso español de 8 reales de plata (llamado “Spanish milled dollar”); de acuerdo al sistema monetario español, un doblón de a ocho u onza valía 16 pesos de plata, es decir 16 dólares.
Desentrañados los misterios de la onza ecuatoriana, debemos señalar que las referencias numismáticas en Moby Dick no acaban aquí, ya que la comentada no es la única pieza que se menciona, aun cuando su papel protagónico es indisputable. Será el segundo oficial Stubb quien nos dirá: “He visto doblones otras veces en mis viajes: los doblones de la vieja España, los doblones de Chile, los doblones de Bolivia, los doblones de Popayán…”. El dato es muy impreciso, pero igualmente nos permitimos hacer algunas consideraciones. Dado que la moneda clavada es una onza o doblón de a ocho, es razonable suponer que a ese valor se está refiriendo Stubb en sus recuerdos. Las onzas españolas se acuñaron tanto en la península como en las cecas americanas, comenzando en 1611 y 1696, y hasta 1820 y 1824, respectivamente 5 .
Por lo que respecta a las monedas americanas, suponemos que se refiere a piezas acuñadas después de la independencia –ya que también existen monedas acuñadas en los lugares mencionados durante la época colonial–; las onzas de Chile comenzaron a acuñarse en 1818, con un diseño que se mantuvo hasta 1834, siendo remplazado por otro en 1835, hasta que en 1839 se adopta el diseño final, que se mantendría, con algunas modificaciones hasta 1851; las onzas de Bolivia se acuñaron desde 1831 y mantuvieron el mismo diseño hasta 1840, que con algunas modificaciones siguió hasta 1847, retomándose –nuevamente modificado– en 1852 y hasta 1857; finalmente, las onzas de Popayán se acuñaron entre 1822 y 1838 bajo la Gran Colombia, y entre 1837 y 1846 bajo la República de la Nueva Granada 6 . (...)
2 ESTRADA GUZMÁN, Eduardo: op. cit. Págs.106-107.
3 BURZIO, Humberto F.: “Diccionario de la Moneda Hispanoamericana”. Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina, Santiago de Chile, Peuser, Buenos Aires, 1958, Tomo I, Pág. 147, vocablo: DOBLÓN.
4 BURZIO, Humberto F.: op. cit., Tomo II, Pág. 154, vocablo: ONZA.
5 CALICÓ, Xavier: “Numismática Española. Catálogo de todas las monedas emitidas desde los Reyes Católicos hasta Juan Carlos I. 1474 a 2001”. Aureo & Calicó. Barcelona, 2008, passim.
6 BRUCE, Colin R. (Ed.): “Standard Catalog of World Coins 1801 -1900”. Cuarta edición. Krause Publications, Iola, 2004, passim.