Suplemento dominical publicado en Diario HOY.
15 de enero del 2000
Una infancia traumática y poco feliz
La infancia del sucre transcurre llena de traumas, como la de los pobres huérfanos maltratados por la parentela. Pese a que había sido aceptado como moneda nacional en 1884, en la práctica seguían reinando las monedas antiguas, especialmente el peso feble, y la moneda extranjera, colombiana, boliviana y chilena. A eso se sumaba una aplastante cantidad de papel moneda emitido sin respaldo por los bancos particulares. La población estaba a punto de desquiciarse a fines del siglo XIX.
Entonces, el Gobierno inició una purga monetaria, y ese trabajito de requisa y destierro de dinero indeseable lo ejecutó la misma banca privada a cambio de una importante comisión, principalmente el Banco Internacional, que se había consolidado en Guayaquil.
Ese mismo banco introdujo en el Ecuador 400.000 sucres acuñados en la casa de Birminghan, con lo cual se creía que las cosas habían mejorado. Pero era una falsa ilusión. El papel moneda sin respaldo que habían puesto a circular los otros bancos, como el de Quito, el de Luzárraga y demás que se formaron por entonces, echó abajo las intenciones de amortizar el antiguo peso feble, y el desorden se agudizó.
Para esas fechas, el machete de Alfaro comenzaba a zumbar en los oídos de la burguesía serrana, y la preocupación del Gobierno se volcó a contener a las montoneras. Toda iniciativa de sanear la economía quedó postergada.
Hubo que esperar hasta 1887, cuando la subversión de Alfaro quedó parcialmente aplacada, para que el proceso de saneamiento continuara por orden del Congreso. Para entonces, la pesadilla del papel moneda había pasado, y se encargó a los bancos Internacional y del Ecuador la amortización de la moneda feble y el destierro de las extranjeras, lo cual causó una importante protesta popular, puesto que los tenedores de ese dinero tuvieron que perder un considerable porcentaje. Por fin, el 14 de agosto de 1890, el Gobierno de Antonio Flores Jijón decreta que la única moneda de circulación nacional es el sucre, seis años más tarde del nacimiento de éste.
Una vez consolidado el proceso de eliminación de la moneda 'chimba', vinieron nuevos apuros para la naciente banca privada nacional, puesto que la ausencia de moneda feble trajo consigo una tremenda escasez de circulante. Los bancos pidieron autorización para ordenar acuñaciones en las casas de Santiago de Chile, de Filadelfia, de Birminghan y de Lima, lo cual tampoco era suficiente, por lo que el Congreso autorizó al ejecutivo a contratar la acuñación de 300.000 sucres por su cuenta. Se calcula que hasta 1897 se habían acuñado 4 790.730 sucres.
En 1895, el Banco Comercial y Agrícola también fue autorizado para que ordenara la impresión de 200.000 sucres. Aparecían así, en el círculo del manejo monetario del país, dos célebre apellidos: Aspiazu y Seminario, que pertenecían a las familias fundadoras de ese banco. ¡Qué miedo!
Pero todavía el sucre tenía por delante otro terreno escabroso. Entre 1890 y 1897, cayó el valor internacional de la plata, lo cual obligó al Gobierno a reunirse con los prominentes banqueros para adoptar medidas, puesto que nuestra moneda se respaldaba en el bimetalismo, es decir, en el oro y la plata. De varias propuestas tendientes a unificar el respaldo en el patrón oro, no se escogió a ninguna, puesto que la situación internacional tampoco estaba clara. Y el asunto se dilató por varios años.
Mientras tanto, Alfaro había recuperado sus bríos y otra vez blandía su machete para asombro de la historia posterior...
De la aventura alfarista a la 'bancocracia'
Como consta en la historia, la Revolución Liberal de Eloy Alfaro triunfó en 1895, y el caudillo comenzó a jugar de 'diez' en su afán de organizar el caotizado país. Uno de los temas en los que puso mayor atención fue el monetario. Pero los avatares de la revolución y el incendio de Guayaquil retrasaron las medidas, pese a la insistencia de Alfaro para que el Congreso emitiera las leyes respectivas.
En 1897, se prohíbe la acuñación de monedas de plata y se determina que los bancos no podían emitir billetes por una cantidad que excediera el doble de su capital real, con el fin de evitar la excesiva emisión y la consecuente depreciación del papel moneda.
Pero la caída de los precios internacionales de la plata produjo discrepancias internas en el Ecuador. Mientras a los exportadores les convenía la depreciación del metal, a los importadores los liquidaba. Por eso, Alfaro presionó al Congreso para que aprobara las leyes que permitieran la adopción del patrón oro y se pudiera saldar así las diferencias y el desplome de la economía nacional. Esta medida fue aprobada en 1898.
Una de las acciones inmediatas fue exportar a Londres hasta tres millones de sucres en plata y con esos recursos adquirir cóndores (moneda de 10 sucres) ecuatorianos acuñados en Inglaterra. Estas monedas fueron impresas en Birminghan entre 1899 y 1900 por intermediación de los Bancos Comercial y Agrícola, y del Ecuador. Al mismo tiempo, establecían como monedas fraccionarias, para negocios menores, a todas las de plata de circulación nacional.
Durante los gobiernos alfarista y placista, convivieron el cóndor de oro y sus fraccionarias de plata. Pero luego de la muerte del caudillo liberal, comienza una de las épocas más fraudulentas de la historia económica nacional. Se afianza el poder de los banqueros ligados al sector exportador costeño, que después sería conocido como la 'bancocracia'
En esas estaban hasta que en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial y con ella el temor de nuestros gobernantes de que las reservas de oro quedaran reducidas a cero. El Gobierno de Leonidas Plaza prohibió que los bancos respaldaran en oro sus emisiones y autorizó la acuñación de monedas de níquel, plata y vellón.
La situación internacional no daba muestras de normalizarse, y en el Ecuador la emisión de moneda se hacía de acuerdo con la demanda de circulante, lo cual degeneró en una excesiva emisión de billetes sin respaldo. El Banco Comercial y Agrícola, de los Aspiazu y los Seminario, sobresalió en este fraude, que superaba los 18'000.000 de sucres, cifra astronómica para entonces. Luego, ese mismo banco asumió el control de la política económica.
El lógico descalabro económico fue el detonante de la sublevación militar el 9 de julio de 1925, conocida como la Revolución Juliana.
Visita también los otros artículos de esta serie:
• Réquiem por el Sucre.
• Una lenta agonía de 116 años.
• El Banco Central, el patrón oro y los años de la Gran Depresión.
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